jueves, 6 de agosto de 2009

Las letras en el fondo de las tazas



¡Oh, la crueldad! ¿Cómo vivir con ella, en ella, desde ella, como si fuera un cristo pagano que nos invita a la comunión del desastre, la sangre, los palos en los ojos (no me refiero al ano solar batailleano, de más está decirlo), el cáncer (enfermedad del silencio: en voz baja y parca hablamos de nuestros tumores), los amigos paralíticos que se descubren -de un día para el otro- aficionados al dibjo, etc.? La vida no es más que un remiendo a esta crueldad innata de la cual nada nos puede salvar, y el sutil encuentro con la genial película de Takeshi Kitano -"Flores de fuego"- en el excelente ciclo de cine japones llevado adelante por la sala del Teatro San Martín -portadora del nombre de ese cruel poeta modernista (sí: Leopoldo Lugones)- invitaba a un azucarado momento antes de incurrir en el cruel vicio de la crueldad... Como las galletas de canela, por más que uno le ponga almendras, seguirán siempre sabiendo más a canela que a la noble fruta (aquí pueden ver las pruebas, sino: muy recomendable receta, la he llevado a cabo para mis cotidianas meriendas).



¿Quién iba a decir que el café ubicado cerca de la esquina de Corrientes y Montevideo, aquel del ingenioso título La nueva martona, iba a ofrecer tan intrigante menu merienderil (neologismo que impondremos a fuerza de repetirlo)? Con escasos $11, hemos disfrutado de un café con leche de notables proporciones -bah, las normales-, un vaso de soda que podía ser cambiado por uno de agua, y dos panqueques con dulce de leche. Exquisito: la señorita Belena Rafaelovna Cutowski, visitante de estos lares, proveniente de estepas harto más crueles -en sintonía con la película que estabamos a punto de ver-, habiendo bebido un contundente vaso de jugo de naranja recién expreimido, no pudo menos que ruborizarse ante tal sabor. Ampliamente recomendable, entonces, este menú: un café con leche, un vaso de soda, dos panqueques con dulce de leche que rinden para dos personas tranquilamente y un vaso de jugo de naranja recién exprimido. Total de la operación: $20 (sí, amigos matemáticos: el jugo salió $9... No es el mejor precio, pero se amortiza con la otra merienda).


Luego de que la Srta. Cutowski haya visitado el cuarto de baños femeninos, me dispuse a entretenerme con la arquitectura del espacio: habiendo merendado en la barra, la cual ocupa la mayor parte del establecimiento, y divirtiéndome con esos espejos que harían las delicias de ciertos escritores ciegos, noté conmovido que debajo demi taza había una inmensa letra M. Obsesionado por el detalle, no pude menos de observarlo con cautela: el mozo, atento, me indicó que esa M servía par aidentificar las tazas pertenecientes al establecimeinto, ya que muchos locales de la zona piden cafés para llevar de diferentes cafeterías de la zona, y teniendo la misma vajilla, se hace muy complicado identificar luego cuál le corresponde a cada uno. Encantado por el dato proporcionado, pasé a esperar a la Srta. para luego dirigirme al cine... ¡Oh, la crueldad, matizada ahora por el excéntrico detalle de una gigantesca M debajo de las tazas, los platos, los vasos de este nuevo y poco amable mundo!

El fisgón jugando a Borges: espejos, azúcar, fotogafía.

El fisgón de Mediatarde

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