
Abajo, en una salida, servían tazas de café con leche. Algunos curiosos se sentaban bromeando a las mesas; otros se mantenían de pie, entre ellos un cochero de coche de alquiler. Tomó con ambas manos un tarro de azúcar molida, lanzó una mirada inquieta a derecha e izquierda y comenzó a comer vorazmente con la nariz hundida en el gollete del tarro.
FLAUBERT, Gustave. La educación sentimental, t. II. Buenos Aires: Ed. Losada, 1980. P. 10
3 comentarios:
bienaventurado!
la variedad cheta del cafe con leche, a mi criterio, es el capuchino...
Salut
hola la !!
aqui esta el amigo que los viernes me recibe por belgrano, cuando vamos a ensayar!!un beso Fer/tocaya.
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