jueves, 20 de agosto de 2009

Latakia: de Inglaterra a Holanda en un suspiro



Es sabido por muchos que el café suele estar acompañado por diversos tipos de vicios hermanos. Al sagrado café uno no puede dejar de relacionarlo con el actualmente incomprendido tabaco, gloria de las glorias, aquel que consumido con prudencia (la madre de todas las virtudes) nos deja la satisfacción de tener el único contacto espiritual valedero: el del humo, modelo material para nuestra actual confianza en el alma. Y quizás por eso, entre el alma y el ojo -otras de las necesarias vinculaciones con la espiritualidad: lo que no se puede ver es lo esencial, como decía aquel psicótico hombrecito de pelo rubio que atemoriza a los aviadores perdidos-, encontrábame yo por las pobladas calles del microcentro revisando mis anteojos y preguntandole a un joven doctor -un eufemismo- sobre las posibilidades de renovar los espejuelos de este marco ocular que la divinidad ha elegido como fundamental para mi aspecto visual desde principios de este año. Frente a la negativa -cierta "juventud" me haría acreedor del beneficio de la duda-, decidí dedicarme a pasear por la atribulada ciudad para ver que café podía hallar y reseñar para esta ocasión.

Desde Uruguay y Rivadavia, yendo para Corrientes, se encuentran varios negocios de venta de plástico y estructuras publicitarias construídas con el ya mecnionado material. Entre estas montañas transparentes de PVC y demás materiales, encontré algunas cafeterías típicas de microcentro, y no me refiero a los lugares "paquetes" que inundan nuestros sueños de provincianos, sino a las porteñas cafeterías que, ellas sí, y con mayor consistencia, hacen al imaginario popular de lo que es un café con todas las de la ley. Al lado de uno de esos cafés, el acompañante perfecto: el negocio se llama Hermes, y desde 1926 se dedica a la venta de tabaco preparado en el lugar, o sea, artesanalmente. La dirección de la página web es www.hermestabacos.com.ar , y el lugar esta geográficamente ubicado en Uruguay 48. Dentro de la amplia variedad de tabacos a consumir en diversos formatos, opté por uno para pipa propio del lugar ($22 los 100 grms), el número 14: Latakia (de gusto salado, turco, fumado generalmente por el paladar inglés) y Chocolate (uno dulce, claro, apto para paladares "hoandeses"). De paso, también incurrí en la compra de dos pequeños habanos de $6.50 cada uno. El lugar es realmente tentador para una billetera con el (claramente escaso) sueldo de quien os habla, sin embargo por solo $40 uno se puede llevar una provisión que tranquilamente puede durar su muy largo tiempo. Accesorios, tabacos, recomendaciones: el luagr es excelente, más que recomendable.



Con respecto al café con leche, lo consumí en uno de los bares, esta vez en Talcahuano 95, Quimera Bar. El café con leche estuvo bien, a un precio razonable, barato para el lugar en donde nos encontrábamos ($6.50): una variación de facturas poco común -sí: crema pastelera-, la misma satisfacción de tener un buen tabaco en la mochila y un libro entre las manos.

Sumamos, así, otro de los mejores complementos para el café con leche del señor y la señora: el tabaco. Esperamos agasajarlos con otra recomendación la semana que viene.

-fotos en breve-

El fisgón de la mediatarde.

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