El tiempo media, salva. No solamente tenemos al concepto flotando entre nuestro acercamiento a las cosas y las cosas mismas, entre un campo y otro tenemos a ese no-ser llamado concepto, o idea, o inclusive palabra. El tiempo media: el tiempo es el más claro signo de ausencia. Entre el tiempo y la visita reciente que realicé a Las Violetas, notable bar de la calle Medrano/Rivadavia (estrictamente, el bar está en una esquina), hay tiempo, hay mediación, hay palabras. Iluminados por la reciente expectación de Bastardos sin gloria de Quentin Tarantino, la Mlle. Cutowski y quien les habla visitaron el legendario bar en busca del oro que muchos no osan tomar: una porción de Strudel de manzana, crema -de alguna manera-, café. La carta, limitada a lo que suele pedir todo pudiente consumidor de la zona que se digna visitar un espacio clásico (habría que revisar el tipo de público que asiste con regularidad: desencantados tipejos de clase media alta con cierta melancolía decimonónica que ya era melancólica en los ´50-´60, cuando se podía ir a "tomar un café", habría que revisar qué clase de tipo soy yo, que clase de perdido fragmento de otro siglo quiero jugar a ser, pero bueno...), nos presentaba como presa del día un café americano con crema y una porción de strudel, sin crema: por estos pagos no se estila tal cosa. El costo de cada café americano con crema era de $9, lo cual implicaba depositar más billetes de los esperados en el momento del pago. Por otro lado, la porción de strudel de $15/$16 era más que abundante, contundente, exquisita: la disfrutamos con placer y, luego, procedimos a guardar lo que sobró para comerlo en otro momento... Sí, así de grande era la porción.
El lugar es maravilloso: entrar implica realmente transportarse a otro momento, y realmente la opción del café fue más que acertada. Revisar el mobiliario, huelga decirlo, era inevitable: la fachada exterior, las máquinas de expreso, las vitrinas de la panadería: en un momento, recordé a mi "Las Violetas" particular, "El imperio de la pizza", bar-pizzería ubicada en la esquina de Corriente y Lacroze, enfrente de la estación Federico Lacroze del Urquiza. Más allá de constituir la más exquisita pizza de Buenos Aires, las meriendas suelen estar constituidas desde hace mucho tiempo por quien les habla por café con leche servido en jarra, esto es: dos jarras, una de café, otra de leche, y el ozo que pregunta o avisa "decime hasta donde"; luego, una tarteleta de coco suele acompañar tal disfrute, Eso me acordé en "Las Violetas", de otro café, por eso es tan recomendable.
Debo el título de la entrada a una charla mantenida con Monsieur Crasci y Monsiuer Trakinas en la librería Cúspide del centro, la que está sobre Av. Corrientes, cerca del obelisco. A ellos dos, y a Mlle. Cutowski, dedicada esta entrada y el guiño a Alcides. Y la melancolía, claro, sea esta del siglo que más os apetezca.